Charly García

La rockera vida de Charly García

Trazos de genialidad y excesos permanentes. La vida del máximo ídolo de la música trasandina se pasea en los extremos. Aprendió a tocar piano a los tres años, pero la muerte de su hermano Enrique fue el arranque de un recorrido que lo llevó a la autodestrucción. “Se sintió culpable de esa tragedia”, dice Sergio Marchi, autor de la biografía “No Digas Nada”, en esta entrevista de 2008.


Carlos Alberto García Moreno tenía apenas tres años cuando, por primera vez, llamó la atención. Sus padres, Carlos García, profesor de química y física, y Carmen Moreno, una dueña de casa y amante de la música, eran de clase media bonaerense y con inquietudes artísticas. Le habían regalado un piano de juguete y el niño, como cualquiera a su edad, hizo lo que correspondía: lo observó, lo golpeó y comenzó a jugar con él. A los pocos días, Carmen, la madre del pequeño Carlitos, escuchó unos sonidos que parecían sacados de una cajita de música. Cuando llegó al lugar donde salía el ruido se encontró con una sorpresa: Carlitos, su hijo, estaba tocando una por una las teclas y, extrañamente, extraía una hermosa y sorprendente melodía.

Asombrada ante el descubrimiento, Carmen le contó a su marido de las aptitudes de su hijo. Pero éste no le creyó. Segura del milagro que había presenciado, la mujer recordó que su vecino tenía un piano. Y junto a su esposo, llevó a Carlitos a la casa contigua. El niño se sentó, inspeccionó el piano y comenzó a tocar una melodía. Como si fuera un consagrado.

Ese fue el primer indicio de talento de Charly García. Un talento que a los cinco años lo tenía interpretando temas de Chopin y Bach en clases particulares de piano. Charly era el orgullo de la familia. Tanto que, con apenas doce años, era profesor -sí, profesor- de teoría y solfeo.

El amigo periodista

Sergio Marchi, autor de la biografía de Charly García, “No Digas Nada” -editada en Chile-, conoce como pocos al músico. Su primer encuentro data de diciembre de 1984. Justo cuando había lanzado su álbum “Piano Bar”. “Era un tipo muy luminoso y de conversación grata”, recuerda Marchi al teléfono desde Buenos Aires. Luego los encuentros se repitieron. Primero en la casa de Andrés Calamaro y, posteriormente, en entrevistas. Hasta que en 1993, mientras trabajaba para el diario “Clarín” de ese país, García le realiza un ofrecimiento: escribir su biografía.

El periodista dice que la primera revelación de Charly fue conocer la música de The Beatles cuando tenía doce años. “Hasta antes de ese encuentro, la música para Charly era en blanco y negro. Pero con The Beatles pasa a otro estado: a sentir la música en colores. Fue una verdadera revolución para él. Su madre tenía un programa radial que se llamaba ‘Folclorísimo’ y por su casa pasaron figuras como Mercedes Sosa o Eduardo Falú. De hecho, con él tiene una anécdota divertida. Falú comenzó a tocar y Charly le dice a su madre que ‘el maestro tiene una cuerda desafinada’. Falú le pregunta que ha dicho y Charly le dice, ante el nerviosismo de su mamá. El tipo toca y claro, tenía una cuerda desafinada”, cuenta.

El periodista afirma que Charly es un genio. Y para ello, cita ejemplos. En una de sus primeras entrevistas, el músico abrió la ventana de su departamento que da a la céntrica calle bonarense de Santa Fe y le espetó a Marchi. “Mirá, el 80% de los autos está afinado en si bemol”. Otra vez, recuerda Marchi, tenía una botella de whisky en la mano y la golpeaba. “Esto es un fa sostenido”.

¿Pero en qué momento comienzan los desórdenes mentales de Charly García? Para Marchi hay dos instantes precisos, pero uno fundamental: la muerte de su hermano Enrique. El hermano menor de Charly había llegado a trabajar como manager del grupo Púrpura y, tras una actuación del grupo, tuvo un accidente en auto y falleció instantáneamente. El músico, quien siempre decía que su hermano ‘no estaba para el rock’ no se lo perdonó. Y comenzó a consumir más drogas y alcohol como una forma de autocastigo. “La muerte de su padre también lo golpeó bastante. Era un tipo muy inteligente, parecido a David Niven y muy cercano a Charly. Pero lo más duro fue cuando en 1986 en un accidente de tráfico murió su hermano Enrique. Charly siempre fue un tipo muy sensible y eso lo mató. Enrique trabajaba en la misma agencia de artistas donde estaba Charly y se sintió culpable de esa tragedia. Además, Charly era el hermano mayor y creía que estar trabajando en el mismo lugar había provocado la muerte de su hermano”, sostiene.

¿Cómo era el Charly García de la época de Siu Generis, cuando comenzaba?

-Era un tipo muy sensible, que le gusta y le atrae el arte, muy apoyado por su madre que lo alentó siempre en su carrera artística. Y muy sano. Ni siquiera bebía ni fumaba. Estaba muy influido por la música británica tipo The Byrds, The Who. Le encantaba el cine también. Kurosawa y Fellini.

Tras la disolución en 1975 de Siu Generis, García vivió cambios radicales en su vida. Formó “La Máquina de hacer Pájaros”, una banda de rock sinfónico inspirada en Yes y vivió en el anonimato con la llegada de la dictadura en 1976. “Trataba de salir el menor tiempo de casa. Las pocas veces que salía se envolvía una frazada en la cabeza como los beduinos cuando tomaba un taxi. O esperaba por él en el hall de su edificio. Eran tantos los jóvenes desaparecidos que Charly tenía miedo de sumarse a esa lista”, explica Marchi. Esos oscuros días, sin embargo, le regalaron una de sus grandes alegrías: en octubre de 1977 nació su hijo Miguel Angel. Pero al poco tiempo, le vino una depresión. Se separó de su mujer, María Rosa Yorio, y ésta buscó afecto y comprensión en un cercano a Charly: Nito Mestre, su ex compañero de colegio y de Siu Generis. Sin embargo, García y Mestre siguieron amigos. Tanto o más que después de la separación entre su compinche y su ex pareja. “Estuvo mal hasta que conoció a Zoca, una brasileña que fue el amor de su vida”, dice Marchi.

Los excesos y la decadencia

La triste imagen actual de Charly García tiene, según Marchi, a los argentinos en el suelo. Como sucedió hace unos años con Maradona, su máxima figura musical está al borde del nocaut. El biógrafo, todavía encariñado con el solista, asegura que, lamentablemente, sus hábitos no han sido saludables. Y los detalla. “Una etapa de experimentación se puede tolerar. Pero beber demasiado whisky, a la larga, te quema neuronas. Todo lo que le pasa me da mucha bronca. Porque te aseguro que con una mano atada, Charly es mejor que la mayoría de los músicos argentinos”, indica.

Se dice que Charly consume una botella de whisky diaria además de mucha cocaína…

-Charly nunca está seco. Todas las mañanas se toma una taza de café con leche, luego una Coca Cola y bueno…de ahí arranca.

¿Te ha sorprendido algo en Charly en el último tiempo?

-Siempre me sorprendió su inteligencia. Hasta en sus peores momentos tiene una lucidez formidable. El problema es que no escucha. En una de sus crisis en 1994, me pídió ser su manager. ‘Quiero alguien de absoluta confianza’, me dijo. Acepté y me dice ‘¿cuáles son tus planes?’ Que te vayas a dormir porque llevaba tres días sin dormir -tú puedes suponer por qué- y me responde ‘estás despedido’. Otra vez, cuando estaba grabando “El Aguante” en Miami grabó unas notas de piano magistrales. Cuando todos los que estábamos, celebramos su trabajo, borró todo. Simplemente porque nos gustaba.

Quizás más impactante que su última crisis fue cuando se lanzó desde un noveno piso a una piscina…

-No me llamó mucho la atención cuando me contaron. Charly es experto clavadista. En su casa tenía una piscina y sabe tirarse. Cuando estaba en Buzios se tiraba desde un primer piso a la piscina. Y a veces con vueltas de carnero de por medio. Tiene una agilidad increíble.

¿Cómo es su relación con su hijo Miguel que también se dedicó al rock?

-Tenía una buena relación. Pero cuando su hijo quiso dedicarse a la música, le agarró unos celos tremendos. Creo que es porque se imagina que a su hijo, si se dedica al rock and roll, le puede suceder lo mismo que a su hermano Enrique.

¿Qué viene para Charly?

-Hay dos únicos futuros posibles: la recuperación o la muerte. Ojalá que sea lo primero. No sé si vuelva a ser el genio que fue, pero debería tener una vida tranquila. Aunque, la verdad, no sé si podrá hacerlo o va a querer hacerlo.


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