Restaurante Venezia

Andrés González, dueño del restaurant Venezia: “A nosotros nos mató el narco”

Los problemas diarios de microtráfico, sumado a los efectos económicos de la pandemia y la crisis social, derivan en el cierre de uno de los espacios más reconocidos del barrio Bellavista y de Santiago en la tarea de apostar por comida chilena con aire casero.


La familia de Andrés González se hizo con el Venezia en 1955. Su abuelo Manuel Gutiérrez vio una oportunidad en la esquina de Pio Nono con Antonia López de Bello. Él había entrado como garzón cinco años antes, cuando ya era una picada y bar de barrio, en un sector del barrio Bellavista dado a inundarse debido a la confluencia de varios canales de regadío cercanos al río Mapocho y al cerro San Cristóbal. De ahí la ironía del nombre y el uso de la “z”, a la italiana, para darle vida y personalidad a un comedor de cocina chilena tradicional, que hace algunos días cerró definitivamente uniéndose a una lista ya larga de locales desaparecidos este 2020.

La suma de crisis del Covid-19 y los efectos de las continuas manifestaciones en Plaza Baquedano y sus alrededores, ayudaron a esa decisión. Aunque la más importante, dice González, fue el efecto de las bandas de microtraficantes que figuran por avenida Pío Nono y en el resto de Bellavista: “desde hace dos años que se tomaron el barrio. Podías ver entre 10 a 12 tipos voceando la cocaína en la calle y eso afectó las ventas, que bajaron entre un 20 a 25 por ciento. Ahora con el levantamiento de las restricciones fueron los primeros en volver”, cuenta.

Las consecuencias del estallido rebajaron sus ingresos a un 30% del total del año anterior: “nunca ha parado de haber manifestaciones en la zona, incluso con las cuarentenas y toques de queda”, dice González quien era arrendatario de la propiedad. Y la detención producto del COVID-19 selló finalmente la decisión de cerrar un negocio familiar, que durante 65 años se concentró en una cocina y comida casera como pocas en el sector y en la ciudad.

A sus cazuelas de asado de tira o de ave como emblema diario, se unía un menú donde figuraron escalopas rellenas, caldillos de congrio, pescado frito, carnes a la cacerola con arroz, empanadas, asados alemanes, la cultura del arrollado-pernil-costillar de chancho, entre muchos otros platos, sumado a un vino de la casa, la cerveza fría y otros tantos tragos típicos, pensados para parroquianos y turistas, de un Santiago que ve partir a un comedor como pocos, donde comieron y disfrutaron personajes como Pablo Neruda cuando residía en su casa “La Chascona”, entre miles de otros clientes.

Un mundo que se va. Mirando al presente, Andrés González espera derivar el negocio hacia el reparto a domicilio, en otra ubicación, quizá como una dark kitchen versión criolla, para mantener vivo el nombre Venezia al menos desde lo culinario. No así el ambiente de mesas apretadas y una barra llena de recuerdos, que se transforman en un recurso para conversaciones cargadas a la nostalgia entre viejos clientes.

Al final de la conversación repite: “El estallido se puede superar, lo mismo que el COVID-19, pero el narco no. Eso fue lo que nos mató”.