Hank Williams

La carretera perdida de Hank Williams

Reverenciado y maldito, el artista no solo es considerado uno de los grandes del country, sino una figura señera para el naciente rock & roll. Desde Elvis Presley hasta Beck y Red Hot Chili Peppers, su música ha sido reverenciada por más de medio siglo, como su vida es el paradigma perfecto del artista doblegado por sus propios demonios.


Había un tipo sentado en la parte de atrás de un fastuoso Cadillac y parecía “un hombre muerto”, según el agente de policía que había detenido el vehículo por exceso de velocidad aquella madrugada del 1 de enero de 1953. Trasladado de urgencia al hospital de West Virginia, a las 7 de la mañana se declaró su defunción. El informe forense estableció que Hank Williams, de 29 años, entre las más grandes estrellas de la música country de todos los tiempos sino el más legendario, había sufrido una insuficiencia cardiaca y diversas hemorragias por la nefasta combinación de alcohol y morfina a la que era adicto. Solo aquella noche fatal Hank se había bebido una botella de whisky, latas de cerveza, más una dosis doble inyectable de vitamina B12 y morfina. 

Para Hank Williams el country debía ser “el blues de los blancos”. Él mismo se había iniciado en la música gracias a las lecciones del blusero afroamericano Ruf “Tee-Toot” Payne. Nacido el 17 de septiembre de 1923 en Alabama, sus primeros años fueron difíciles en una familia marcada por las implicancias de la Primera Guerra Mundial. Su padre estuvo hospitalizado casi una década producto de las secuelas físicas y síquicas del conflicto, mientras su madre lidiaba con dificultad para mantener la familia a flote. De “Tee-Toot”, que enseñaba guitarra a Hank a cambio de comida preparada por su madre, la futura estrella aprendió que en la música no solo se trataba de interpretar canciones sino también de entretener a la audiencia, uno de los rasgos distintivos de su estilo.

En 1937 un Williams adolescente decide dejar atrás su nombre original, Hiriam, y presentarse como Hank. Tocaba en la calle frente a una emisora en Montgomery, hasta donde se había trasladado su familia. Probó suerte en un concurso de talentos donde ganó un premio de 15 dólares, nada mal para una nación que aún sufría los estertores de la Gran Depresión. Su madre advierte el potencial y comienza a representarlo. La carrera del joven Hank Williams parecía encaminada hasta que la Segunda Guerra Mundial causa estragos en la banda que le acompañaba, debido a que la mayoría de sus acompañantes son reclutados. Aun así, conocido como “The Singin’ Kid”, consigue un contrato con una emisora, pero comienzan las dificultades. Antes de los 20 años su afición por la bebida era notoria y provocaba problemas en sus conciertos y con sus músicos. La ingesta etílica se agudiza tras sufrir un accidente en un rodeo donde probó suerte domando caballos. El incidente y sus secuelas físicas se convierten en su salvoconducto para no ir a la guerra. Hacia 1942 la radio que lo había contratado termina el acuerdo por sus constantes borracheras.

Fue durante ese periodo que la súper estrella country Roy Acuff le dijo a Hank Williams una sentencia que lo marcaría de por vida: “Tienes un talento de un millón de dólares, hijo, pero un cerebro de diez centavos”. Hank terminó los años de conflagración mundial trabajando en un astillero, aunque nunca dejó de cantar. En esa misma etapa se emparejó con Audrey Mae Sheppard, quien hacía de representante y a veces le acompañaba en escena. En 1945 Williams edita un libro con sus canciones y al año siguiente la pareja se muda a Nashville buscando una oportunidad en la capital del country. Sin embargo, Hank es rechazado en la audición para actuar en el legendario espectáculo Gran Ole Oprey, La Meca del género campirano. Su suerte cambia cuando consigue un contrato de grabación por un par de temas con Sterling Records, que a su vez le abre las puertas de MGM en 1947.

Un hijo y varias botellas

Los siguientes fueron de pleno éxito profesional para Hank Williams, pero su conducta y salud empeoraban. Fue pionero en el dudoso arte luego practicado hasta el hartazgo por las hedonistas estrellas de rock de los 70, de destruir los lugares donde se encontraba, disparar armas, y ser detenido completamente ebrio por la policía. Inscribió un primer éxito en 1947 titulado “Move it on Over”. Comenzaron las giras y más exposición mediática gracias a sencillos como “I’m a Long go Daddy”. En 1949 graba una vieja canción de 1922, “Lovesick Blues”, uno de sus mayores clásicos con ventas por tres millones de unidades y cuatro meses en el número uno de Billboard. Ese mismo año consigue su revancha en el Gran Ole Oprey. En el debut el público le exigió seis bises. Williams reformó a The Drifting Cowboys, la banda que le acompañaba en sus inicios y consigue un dineral para la época, 1000 dólares por actuación. Aquel año traería el nacimiento de su primer hijo, Hank Williams Jr., quien décadas más tarde se haría su propio nombre en el country.

La paternidad pareció tranquilizar a Hank. Siguió componiendo y para 1950 alcanza tres números uno y media decena de canciones que integran el Top Ten. Su confianza es tal que lanza material con el seudónimo Luke The Drifter, incluyendo una saga de canciones de corte espiritual que dejaron boquiabierta a la crítica por sus reflexiones y ser presentadas bajo la técnica spoken word. En 1951 alcanza el peak de su trayectoria. Anota otro exitazo con “Cold, Cold Heart”, que sería grabada esa misma temporada por Tony Bennett para convertirla en un hit, se une a las giras del legendario comediante Bob Hope, y se convierte en una figura recurrente en pleno apogeo de la industria televisiva.

Un nuevo accidente recrudece su alcoholismo y la ingesta de calmantes. Se le descubre un mal congénito, espina bífida, que en parte explicaba su adicción a los fármacos para controlar el dolor, pero ya era tarde para Hank Williams. Su esposa le pidió el divorcio en 1952, y The Drifting Cowboys se marchan con otro artista, cansados de las borracheras y las ausencias.

Pierde contratos -en agosto Gran Ole Oprey le cierra las puertas definitivamente- y acaba tocando con músicos ocasionales. En sus últimos meses entabla amistad con un charlatán, Horace “Toby” Marshall, quien se hace pasar por doctor. Las drogas que le prescribe sin principio científico alguno marcan la debacle de Hank Williams hasta ese año nuevo de 1953 en que pierde la vida.

“Canciones de Hank Williams como ‘Lonesome Whistle’ y ‘Your Cheatin‘ Heart‘ son maravillosas para cantar porque no hay tonteras en ellas. Las palabras, las melodías y los sentimientos están todos allí, precisos, claros y verdaderos. Requiere economía y simplicidad conseguir una idea o una emoción en una canción, y no hay mejor ejemplo de eso que Hank Williams”. La reflexión pertenece a Beck, que compuso un álbum fundamental de su carrera, “Sea Change” (2002), con la figura del fallecido prócer del country como inspiración. La lista de artistas que han tributado a Hank Williams la encabezan pioneros del rock como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Bob Dylan, seguidos de figuras contemporáneas como Jack White, Red Hot Chili Peppers y Norah Jones, conmovidos por un cancionero donde las dificultades del hombre campesino, la melancolía y la reflexión se vieron ensalzadas.