Mejores discos chilenos 2020

Los mejores discos chilenos del 2020

En un año marcado por la ausencia de espectáculos en vivo y durísimo económicamente para los músicos, los álbumes locales reforzaron la idea de la variedad de géneros –aunque siempre con el hip hop como estandarte- y sumaron voces femeninas a la cima de la creatividad.


5.- Pedro Piedra: «Aló«

Con disco retrasado por efecto del estallido social, el quinto disco de Pedro Subercaseaux explora nuevas sonoridades, pero siempre desde el mismo punto de partida:  las canciones con vocación masiva. Pedropiedra, quien en su álbum anterior realizó uno de los homenajes más hermosos de la música chilena a Jorge González en “La balada de J González”, profundiza en el compromiso con la música urbana en “Perdido en Viña del Mar”, hace dupla con dos reconocidos artistas de los últimos treinta años como Alvaro Henríquez en “Hipnotizada” y Gepe en “Abuela come on” y muestra facilidad en contar historias en tres minutos en “En llamas” y “Quinta Costa”. 

En “Aló” se siente la mano y el sello de productor Cristian Heyne. Son canciones de fácil digestión, que no molestan al oído, sino que confeccionan un amor irresistible por el pop para todas las edades. Esa es, hasta ahora, la gran facultad en la carrera de Pedropiedra. Poder clavar el puñal del pop abarcando desde adolescentes hasta cuarentones. No es poca cosa.

4.- Rubio: «Mango negro«

Después de su buenísimo debut, “Pez” (2018), Francisca Straube alias Rubio, había planificado su año para radicarse en México y empezar una carrera con proyección internacional. Pero la pandemia abortó los planes y “Mango Negro” fue apareciendo a cuentagotas, pero conservando el ADN de pop electrónico de su disco anterior.

Junto al productor Pablo Stipicic –con quien repite colaboración-, Rubio cuenta con quince canciones que suenan más ralentizadas, pero con mayor espesor y madurez. Temas como “Niño iceberg” –con un sampleo a “Blackstar” de David Bowie-, “Compañera” –un pop delicado y entusiasta dedicado a su nueva pareja- y los bailables “IR” y Volver”, entre otros, sintetizan que “Mango Negro” es un disco optimista, que destila la felicidad del amor correspondido y de constante buena vibra. Straube está lista y capacitada para dar el gran salto a la masividad.  La evolución musical va por buen camino y su futuro artístico está en sus manos.

3.- Dadalú: «El mapa de los días«

Daniela Saldías, la mujer tras Dadalú, logra con este álbum algo especial: que sus canciones no pasen inadvertidas. Hay personas a las que les gusta mucho y otras que la consideran una pérdida de tiempo. “El mapa de los días” es un disco furiosamente femenista, tan reivindicativo como anárquico, con letras que expresan sensaciones casi siempre enlazadas con la rabia y la incomprensión. “Monopolio”, por ejemplo, dice “siempre los mismos/poca comprensión de cosas diversas” como si fuera una cachetada a los grandes medios de comunicación que no la incluyeron en ninguno de los rankings a lo mejor del año.

Las melodías sintéticas y con pulso hip hop de Dadalú tienen un tufillo a escuela de arte –quizás, el gran detalle de su escasa valoración popular-, similar a la de los experimentales Add N To (X), pero suenan aguerridas y adhesivas, con intervenciones habladas sobre la descomposición del neoliberalismo, la tranquilidad de disfrutar la naturaleza y los abusos masculinos que recuerdan al clásico “Quién mató a Gaete” (1996) de Redolés. Es un disco excesivo, de minutaje preciso –apenas 26 minutos- y que golpea directo y al mentón en temas como “Por qué hay que ser sexi”, “Tú crees que es normal”, “Todo es plata” y “Me desangro”. A sus casi 40 años, Dadalú crea música fresca, con una mirada femenina crítica y desmedida y de instinto marginal.

2.- Como Asesinar Felipes: «MMXX«

En su octavo disco –tras el premiado “Naturaleza Muerta” (2019)-, uno de los grupos más libres y experimentales de la música chilena contemporánea, alcanza una gran simbiosis entre música y líricas. “MMXX” es un trabajo que suena asfixiante, harto del sistema social que nos rige, pero siempre insistiendo en la esperanza de cambios para un mejor bienestar colectivo.

Como asesinar a Felipes no estaban en Chile cuando se produjo el estallido social y esa distancia fue el factor que gatilló un disco expresivo, consciente, que busca modificaciones rotundas. “Vamos a chocar contra el muro/una y otra vez/hasta botarlo”, cantan en “Ahora es cuando”; “la vida moderna exige obediencia y servicio/para una clase superior”, reflexionan en “Debes saberlo” y en su mejor tema, “No hay cómo frenarlo”, exponen la decadencia de la civilización humana, pero terminan con la ilusión de un mundo mejor con un arma como la música. “Es un gusto/un ejemplo”, interpretan sobre ella en un álbum que, con un pulso hip hopero como fundamental soporte, se mueve entre la electrónica y el rock más accesible y que los emparenta como los sucesores vanguardistas de Electrodomésticos

1.- Matiah Chinaski: «Hoy no me bañé«

El músico local más prolífico de la última década –junto a Cristóbal Briceño de los Ases Falsos- brinda un álbum inspirado en Tom Waits y en clásicos del hip hop, alzando la bandera de la consistencia artística y un inagotable aprecio por la belleza del lenguaje. 

Chinaski es periodista y se le nota. En sus líricas, busca sacarle brillo a las palabras describiendo una realidad que tiene que ver con su entorno o con lo que acontece en Chile, siempre con una naturalidad que fluye sostenida y con gracia. “Hoy No Me Bañé” -posteriormente publicó el interesante EP, “De Aquí a Mañana”- es un álbum de rimas callejeras, con referencias pop con sampleos a clásicos como Cantinflas y El Chavo del Ocho, entre otros, e ideas que reflexionan sobre el estallido social de octubre pasado.

El flujo permanente y continuo de trabajo ha logrado que Chinaski evolucione rápido en su música. Su mapa artístico viaja en distintas direcciones e influencias lo que fortalece su identidad creativa. En este álbum, por ejemplo, Tom Waits es evocado con fuerza en la melancólica “Por ahí (Por Recoleta en otra versión)”, un tema taciturno y en baja fidelidad sobre un amor perdido –que recuerda al disco “Alice” (2002) del bardo estadounidense- y en “Fantasma amigo”, una juguetona marcha de inspiración nocturna junto a La Brígida Orquesta, otra de las bandas en las que participa.

“Delirio gourmet” se mira en el espejo que cruza a Tiro de Gracia con Madlib, una combinación de sonidos frescos, auténticamente hip hoperos y de inspiración clásica, coquetea con la sensualidad romántica junto a Anita Tijoux en “Idiotas” y alcanza su peak en “Memoria querida”, un trip hop en clave cannábica que envuelve con un coro hipnótico y, sobre todo, en “Falta confor”, un alegato –y también una fotografía- bailable sobre las diferencias entre los buenos y malos hiphoperos. La baja exposición masiva de Chinaski, a la larga, ha funcionado como un pilar de su evolución y poderío lírico y melódico que, quizás, no hubiese alcanzado si fuera una estrella. Una paradoja, es cierto, pero también un método que lo llevará tarde o temprano a estar en el podio de la popularidad de los músicos de su generación.


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