Panteras Negras

Crédito de la imagen / Stephen Shames and Bobby Seale

Las Panteras Negras y la izquierda exquisita

El agudo retrato de una improbable reunión entre izquierdistas negros y acomodados personajes progresistas, quedó resumido con maestría en un libro de Tom Wolfe que este año cumple medio siglo.


Tom Wolfe estaba ahí, viendo como algunos de los rebeldes y matones más feroces y antisistema de Estados Unidos, comían canapés y espárragos con mayonesa en el enorme departamento de Leonard Bernstein.

Era 1966 y el respetado director de orquesta judío decidió organizar una velada en su exclusivo piso de Manhattan, en honor a los Panteras Negras. Más que un grupo de activistas, estos afros malajestados fueron una organización nacionalista negra, socialista y revolucionaria, pero ¿que mierda hacían paseando sobre el lustroso parqué del acomodado músico, rodeados de lo más granado de la intelectualidad neoyorkina?

La respuesta queda a la vista en un ácido y vertiginoso relato que Wolfe hace de la velada, en gran medida, un resumen de como la élite social neoyorquina se siente subyugada por los radicales románticos y de cómo Bernstein arma dicho encuentro con la idea de apoyar su causa y, de pasada, entender sus ideas. «La izquierda exquisita & Mau-mauando al parachoques» también es una síntesis del paso a una década mucho más convulsa en la historia estadounidense, se ubica entre lo mejor del nuevo periodismo y cumplió hace poco 50 años desde su publicación en 1970.

Wolfe recrea fielmente la incongruente escena (situaciones, personajes y discursos) y sus inesperadas repercusiones. Pero, como lo resume la edición en español de Anagrama «hace algo más que un sarcástico relato de los sofisticados códigos que rigen la conducta de la beautiful people», personas que viven y respiran privilegios pero que fantasean con el ideario de izquierda.

Cuando repasa los acontecimientos en el departamento de los Berstein (cuya dueña de casa era la chilena Felicia Montealegre, la primera y única esposa el director), Wolfe cuenta cosas como la siguiente:

«…Aquel Pantera gigante, al que Felicia ofrece su sonrisa de tango, es Robert Bay, que hace solo 48 horas fue detenido en un altercado con la policía, al parecer por un revólver calibre 38 que alguien tenía en un coche estacionado en Queens; en Northern Boulevard y la calle ciento cuatro, o cualquier otro lugar igualmente increíble, y encarcelado bajo la poco corriente acusación denominada «facilitación de actos criminales». Y ahora está en libertad bajo fianza y camina por el dúplex de trece habitaciones de Lenny y Felicia Bernstein en Park Avenue…. Dios sabe bien que las mujeres Panteras no pasan media hora cada mañana frente al espejo componiendo sus ojos con lentillas, delineador, sombra de ojos, lápiz de cejas, pestañas postizas, máscaras, Shadow-San para el párpado inferior y Eterna Creme para las comisuras… Y aquí están, justo frente a ti, en la casa amarillo chinesco de los Bernstein, entre candelabros, cuencos de plata con anémonas blancas y perfumadas, y criados uniformados que ofrecen bebidas y bocadillos de queso roquefort rebozados con juez molida blancos. Pero todo es correcto. Se trata de criados blancos, no los tradicionales criados negros, sino blancos sudamericanos…».

La segunda parte del libro, llamada «Mau-mauando al parachoques», trata de un peculiar arte de confrontación: «las técnicas desarrolladas por los jóvenes militantes negros, chicanos e incluso samoanos, frente a la burocracia que intenta poner en pie el programa de ayuda contra la pobreza. Los burócratas imploran subconscientemente dicha confrontación burlonamente denominada por los militantes operación mau-mau para paliar de algún modo su profunda ignorancia respecto a la realidad social de las minorías étnicas».

Wolfe no se limita a describir los virtuosismos de insignes artistas del mau-mau y las desdichadas respuestas de los «parachoques», es decir, los burócratas; sino que ofrece una visión muy lúcida de los conflictos raciales y étnicos norteamericanos. Algunos se mantienen hasta el día de hoy, otros, han mutado en manos de la gran masa blanca adormecida, deseosa de perpetuar un modelo económico y político cada vez menos sostenible.