Brian Jones

La vida de Brian

Inauguró el Club de los 27, esas estrellas de rock muertas a temprana edad, y al interior de The Rolling Stones vivió un liderazgo efímero que pronto se convirtió en un espiral descendente y destructivo a pesar de sus extraordinarios talentos musicales. Brian Jones buscó desesperadamente la fama y cuando la encontró no supo qué hacer con ella.


Ron Wood estaba entusiasmado. En 1997, los ensayos de la
gira “Bridges to Babylon” comenzaban en Toronto, la ciudad cábala de los Stones para preparar tours. Tenía dos viejas guitarras de Brian Jones, un característico modelo británico de los 60 con forma de lágrima, un símbolo de los instrumentos que el desaparecido músico utilizaba. “Si, fucking great. Keith, mira esto…”. La respuesta fue un gruñido. “Saca esa puta cosa”.

Aunque habían pasado 28 años desde la muerte del fundador de la banda, Jones aún era resistido. Como ha dicho más de una vez Richards, “no vas a encontrar mucha simpatía por él en los Stones”. Por décadas la historiografía rock se encargó de presentar a Mick Jagger como el ambicioso lugarteniente que le arrebató el liderazgo, y a Richards como el bribón que le robó a Anita Pallenberg, pero el rubio guitarrista solía sabotearse a sí mismo. Dejar un bonito cadáver estaba en sus planes.

Brian Jones (Cheltenham, 1942) venía de una familia musical. Su madre
enseñaba piano y su padre era un apasionado del jazz. En esa cuna forjó su célebre habilidad como multi instrumentista, que le permitió colorear algunas de las mejores canciones de The Rolling Stones con diversos arreglos, un talento que el grupo perdió para siempre tras ser despedido en 1969, cuando ni siquiera podía tocar la armónica sin que le sangrara la boca.

En los inicios, Brian Jones fue la piedra fundadora y el primer manager. Por lo mismo se consideraba con el derecho a cobrar más que el resto. “Él siempre fue agradable conmigo”, ha dicho Charlie Watts, “pero no era muy querido. Ian -el pianista original de los Stones- no lo soportaba. Bill –Wyman- nunca enganchó con él”. La relación con Mick y Keith era distinta. En los primeros tiempos de la banda vivían juntos y se volvieron inseparables, pero Brian manejaba las relaciones personales de tal manera que siempre provocaba recelos. Por semanas parecía íntimo de Jagger para despertar envidias en Richards y viceversa. Cuando ambos formaron equipo como compositores ante la insistencia del manager Andrew Loog Oldham, tras comprobar que entre los guitarristas no había química para crear, Jones perdió definitivamente el control.

“Era bastante fluido para hablar, un buen comunicador al principio, tenía una cosa ligeramente pedagógica”, describe Jagger. Su compañero sentía la necesidad de explicar a la audiencia británica de qué trataba el R&B, por lo que escribía largas cartas a la prensa para dejar en claro que The Rolling Stones no era pop, sino músicos serios empeñados en expandir el evangelio del blues. Según Charlie Watts “no creo que hubiéramos llegado donde estamos si él no hubiera estado al frente en el comienzo. Pero creo que quería ser el vocalista. Bueno, por supuesto, no lo era. En lo absoluto era un cantante. Su respiración (padecía asma) nunca se lo permitiría. Y él quería ser el líder y no lo era”.

La batuta de Jones duró lo que demoró en entrar a escena Loog Oldham en 1963 y que la figura de Jagger se alzara como símbolo del conjunto. Aunque en las primeras entrevistas el rubio guitarrista era el portavoz, cuando los Stones comenzaron a aparecer en televisión y los tiros de cámara y las luces sólo se posaban en el cantante, Jones apenas toleraba la situación. Loog Oldham recuerda que ya en 1965, cuando filmó el breve documental de los Stones en gira “Charlie is my darling”, el rubio guitarrista dijo que no estaría para los 27 años. “Parecía ser una gran edad para él y era autodestructivo”.

El célebre fotógrafo Gered Mankowitz recuerda que en medio de una gira Brian le invitó a su habitación. “Tengo dos ácidos. Pensé que tal vez te gustaría compartirlos conmigo. Yo le dije ‘Brian, tú sabes que no le hago al ácido’. Él dijo ‘oh, bien, okey. Te diré que haremos. Me tomaré los dos y tú escribes todo lo que yo diga…»

Brian Jones fue pionero en los Stones en varias facetas que configuran al rock star: el primer rockero británico que usó maquillaje inaugurando la clásica pregunta “¿ese es hombre o mujer?”; también el primero en vestir de manera extravagante sugiriendo su posición destacada en la emergente realeza del rock y, por supuesto, primer lugar en romance con las drogas duras. El célebre fotógrafo Gered Mankowitz recuerda que en medio de una gira Brian le invitó a su habitación. “Tengo dos ácidos. Pensé que tal vez te gustaría compartirlos conmigo. Yo le dije ‘Brian, tú sabes que no le hago al ácido’. Él dijo ‘oh, bien, okey. Te diré que haremos. Me tomaré los dos y tú escribes todo lo que yo diga’. Y yo dije ‘eh, no, no lo creo’”. Mick Jagger sentencia que la personalidad de Jones no encajaba en la industria del espectáculo. “En realidad no era buen material para estar en el negocio del pop. Era demasiado sensible y cuando comenzó a tomar drogas esa sensibilidad se hizo exagerada. Creo que era una persona tímida, y la gente tímida se pone en riesgo a sí misma en el mundo del show business”. Jones también sufría un ligero bullying en la banda por su escasa estatura, su cuello corto, la voz infantil y el origen provinciano. Para el cantante “él solo quería estar en una banda de blues y realmente no pensó que iba a estar en el negocio del espectáculo. Quizás la ambición más grande que imaginó era tocar en el Marquee los miércoles”. Como fuera, Jones también sabía incomodar al cantante. En una junta improvisada en los primeros tiempos del grupo junto a Ginger Baker y Jack Bruce, los músicos que más tarde formarían Cream, ambos elaboraron un complejo patrón rítmico con el que Jagger no pudo lidiar hasta que Brian Jones, a gritos, le indicó cómo iba el tiempo.

Brian también fue el primer Stone en hacerse conocido en la elite musical de Estados Unidos. Fue habitué de la Factory de Andy Warhol, y amigo de Bob Dylan y Jimi Hendrix. “Le gustaba a mucha gente y le admiraban”, evoca Charlie Watts. “Ahora, si les gustaba porque era un Rolling Stone o lo que sea, no lo sé. Se convirtió más en una celebridad que en un gran músico”.

Con Dylan solía desahogar su paranoia creciente cortesía las drogas, en conversaciones telefónicas que se extendían hasta por cuatro horas. Y Dylan no dejaba pasar la oportunidad de burlarse solapadamente del colega, diciéndole con sorna que siempre tendría un lugar en su grupo si lo despedían de los Stones. Fue durante esas visitas trasatlánticas que Jones acostumbró a desaparecer en medio de las giras y a drogarse de tal manera que debía ser internado por semanas. Keith Richards recuerda con molestia largos tramos de presentaciones donde debía redoblar sus esfuerzos para cubrir su ausencia.

La dulce Anita

Jones también llevaba ventaja sobre los restantes miembros en líos de faldas. Tuvo varios hijos con distintas mujeres y las trataba pésimo. Antes que Anita Pallenberg decidiera abandonarlo por Keith Richards después de varias palizas, Jones salía con Linda Lawrence hasta que la chica se embarazó. Solía revisar los correos de sus fanáticas con ella en estado de gravidez, preguntándole insistente si debía acudir a las citas íntimas que le proponían. Cuando el bebé nació, tuvieron una discusión y el crío comenzó a llorar por los gritos. Jones perdió los estribos, lo arrebató de los brazos de la madre, caminó hacia una ventana y cogió a su hijo por una pierna, el pequeño colgando de cabeza mientras gritaba “¡cállate la boca!”.

Cuando Anita apareció en 1965 se convirtieron en la pareja más glamorosa del rock. Ambos rubios, lucían idénticos. Jones estaba profundamente enamorado y pronto se dio cuenta que no sería fácil humillar a Anita como lo hacía con las demás. Así, la fuerte personalidad de la modelo y actriz solo agitaron la violencia física.

Las enciclopedias y la crítica se han encargado de establecer la edad de oro de The Rolling Stones a partir del despido de Brian Jones en 1969, el consiguiente ingreso de Mick Taylor, y los álbumes y las giras hasta Un dogma discutible. Los Stones se refugiaron en sus raíces, en el manual del blues clásico con aderezos folk, y lo hicieron magnífico. Pero nunca más tuvieron el colorido, la variedad y la sofisticación alcanzada con el multi instrumentista. Y si bien Jagger y Richards eran los compositores, hay unos cuantos arreglos claves que son exclusiva responsabilidad de Brian en canciones fundamentales de esos primeros años: la guitarra slide en “Little Red Rooster”, el riff de “The Last Time”, la marimba de “Under my Thumb”, el sítar en “Paint it Black” y “Mother’s Little Helper”, el dulcimer en “Lady Jane”, toda la compleja sección de vientos que cierra “Something Happened to me Yesterday”, el oboe en “Dandelion”, y el slide en” No Expectations”. Mick y Keith no siempre le dieron el reconocimiento que merecía. Marianne Faithfull recordó en su autobiografía que la melodía pastoral que más tarde se convertiría en “Ruby Tuesday” es de su autoría, pero no recibió crédito. Cuando se la mostró al guitarrista y este la adaptó al piano, nadie pronunció elogio alguno por haber compuesto una de las obras maestras indiscutidas del catálogo Stone. Jones también tuvo una vida musical fuera de la banda tocando saxo en “You Know my Name” y “Baby You’re a Rich Man” de The Beatles.

Los Stones dicen que tuvieron toda la paciencia posible con Brian Jones antes de despedirlo el 8 de junio de 1969. La gota que rebalsó el vaso fue que E.E.U.U. le negó el permiso de trabajo por sus problemas judiciales por drogas. “No fue algo repentino que dijéramos ‘jódete‘ . El solo se ponía peor y peor. No quería estar. Él no quería salir de ese estado triste”, resume Mick Jagger. La mirada de Charlie Watts matiza. Cuando Jones fue despedido eran vecinos y retomaron su relación. “Nos hicimos cercanos otra vez. Nunca fui una amenaza para él. De partida, no toco guitarra, no soy cantante -dos cosas que él quería hacer-, no era compositor. Era un baterista y si me hubiera pedido tocar en una grabación habría tocado con él”.

Brian planeaba retomar la música en un proyecto que involucraba a Mitch Mitchell, John Mayall, Steve Winwood y Alexis Korner. El martes 1 de julio de 1969 telefoneó a las oficinas de The Rolling Stones y habló con la secretaria de la banda, Shirley Arnold, atareada por el concierto que el sábado 5 darían en Hyde Park, en el debut de Mick Taylor. Le contó de sus proyectos y le preguntó si podría trabajar para él. Ella le respondió que no dejaría al grupo, pero que le ayudaría. Brian Jones parecía contento. Después del llamado Shirley se sentó en la máquina de escribir y redactó una carta de dos páginas al músico, reiterando su compromiso. Dos días más tarde cuando llegaba a la oficina sabiendo ya que Brian Jones había muerto ahogado en la piscina de su casa, el primer llamado que atendió fue de Yoko Ono expresando cuánto sentían ella y John Lennon la muerte del fundador de The Rolling Stones. Ahí estaban también Charlie Watts llorando desconsolado y un Mick Jagger en silencio absoluto. Al parecer, sin sufrir mayormente la partida de su ex compañero.