Chet Baker

La reivindicación del jazzista pálido

La mejor etapa interpretativa de Chet Baker quedó plasmada en una caja que reúne los 5 discos que grabó para el sello Riverside. Una muestra de talento y sensibilidad que lo ubicó en el ojo del huracán de su errática carrera.


Todo en él llevaba a la sospecha. Bien peinado, delgado, cara bonita; un tipo sensible. En un mundo que desde los años 40 venía siendo dominado por el talento ensordecedor de los negros que rompieron el molde del swing con el bebop, lo de Chet Baker parecía una caricatura.

Aunque generacionalmente habitaba la calle donde vivían Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Max Roach, Bud Powell y Thelonious Monk, lo de Baker iba a contracorriente: un jazz melódico y virtuoso cabalgando en una trompeta que, dice la leyenda, podía dominar con una facilidad pasmosa, aprendiéndose canciones de oído en solo cinco minutos.

De origen humilde, su temprana adicción a la heroína lo empujó a una decadencia no solo personal sino que también profesional, un ámbito en el que siempre buscó el respeto de los grandes, ya fuese para tocar en sus clubes o para contar con sus pulmones en alguna sesión de grabación. Se sabe que Miles Davis (un artista mucho mayor de lo que Baker jamás llegaría a soñar), lo apreciaba en silencio y que a diferencia de Gillespie, quien siempre le tendió una mano, el crack de «Kind of blue» jamás le perdonó (como si hubiera amañado los resultados), haber sido considerado como el mejor trompetista vivo en una encuesta de la prestigiosa revista Down beat.

A finales de los 50, después de sus primeras caídas a la lona gracias a la jeringa, Baker pasó un año grabando álbumes para el sello Riverside. Fue un período de transición. Rozando los 30 y mostrándose limpio, pudo reunir músicos de apoyo de primer nivel, armando bandas que nunca pudo reeditar después de convertirse en un paria de la industria.

Así nacieron 5 volúmenes que fueron puestos nuevamente en circulación en una caja de lujo gentileza del sello Craft Recordings. «Chet Baker. The legendary Riverside albums» resume tal vez su mejor etapa en cuanto a producción musical y estilo, empezando por «It could happen to you«: un disco vocal dirigido a una audiencia de tendencia pop, pero con canciones escalofríantes y hasta de tintes góticos.

Máximo sentimiento en un mínimo de notas. Esa era la ecuación de la que Baker hace gala en otro de los larga duración compilados aquí, y que fue bautizado simplemente como «Chet». En él (un LP que también se hizo popular por la carátula donde el hombre, sin falsa modestia, aparece abrazado por una de las tantas mujeres que se engancharon a su carisma), es un conjunto de melodías atmosféricas grabadas junto al pianista Bill Evans, quien también se encontraba en un momento cumbre de su carrera. «It never entered my mind» es una muestra conmovedora de las alturas a las que puede llegar el trompetista, elevando la tristeza de su vibrato. En «Alone together», Evans improvisa un estribillo de apertura inquietante, que suena como una prueba de «Blue in green», una pieza que grabaría con Davis en «Kind of blue» unos meses después.

Poco hizo Baker por perpetuar la dignidad que alcanzó en estos discos y para el recuerdo queda la mueca desdentada de un artista que llegó -misteriosamente- vivo hasta los 58 años de edad. Luego de subir la apuesta del desenfreno, clavándose casi a diario en una estadía londinense una combinación de coca y heroína conocida como speedballs, todo se terminó el 13 de mayo de 1988, cuando cayó desde el tercer piso de un hotel en Amsterdam. Este sería, oficialmente, el último vuelo del jazzista más cool de todos los tiempos.