Florinda Meza

Florinda Meza: “Me hubiese gustado tener hijos”

Justo cuando la familia de Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, prohibió a la cadena Televisa transmitir sus emblemáticos programas en el mundo tras no llegar a acuerdo, recordamos la última visita a Chile en 2008 de la actriz que fue pareja durante 37 años del genio mexicano fallecido en 2014. Una entrevista histórica con un clásico de la televisión latina.

por Felipe Rodríguez


La historia que se rumorea es siempre la misma. Florinda Meza, la recordada “Doña Florinda” -dice el relato oficial-, era pareja de Carlos Villagrán alias “Quico”. Roberto Gómez Bolaños, el genio e intérprete de “El Chavo”, se enamora de Meza. Villagrán y la mujer terminan, “Chespirito” pasa a ser su novio y “Quico” y “El Chavo” se pelean a muerte. Como en una teleserie mexicana.

Sin embargo, la verdad es otra y de los labios de Florinda Meza suena casi a revelación. Antes de emparejarse con el genio, la actriz estaba comprometida -y con matrimonio ad portas- con otro integrante del inolvidable programa: el director Enrique Segoviano. “Lo conocí cuando era switcher en 1972. Tenía tres años más que yo y empezó a cortejarme. Nos pusimos de novios en 1975 y, a fines de 1976, me regaló unos anillos de compromiso. Pero pasó un grave problema. Yo no era la única. Estaba jugando a dos bandas. Aunque ella no tenía anillo. Cuando nos enteramos, me reuní con la muchacha y llegamos de improviso a su oficina. No lo podía creer. Puso una cara de impresión tremenda. Lo cortamos y le devolví el anillo. Pero me siguió buscando. Se aburrió cuando supo de mi relación con Roberto. Y se quiso ir del programa”, cuenta.

Florinda Meza es un personaje controversial. En las páginas de Internet no hay buenos comentarios sobre ella y, en su país, México, muchos la comparan con María Kodama, la argentina que se casó con Jorge Luis Borges pocos meses antes de su muerte. En vivo, Meza es una especie de Hulk en cuerpo femenino. Poco antes de esta entrevista, la actriz y el genio dieron una conferencia de prensa. Y ella lo interrumpió varias veces. Como una mamá que llama al orden a su hijo. En privado, en cambio, Meza es cálida, culta y deferente. Exhibe una sinceridad que no es impostada y muestra opinión y dominio sobre cualquier tema. Es el ying y el yang de su personalidad. Ni siquiera se molesta cuando le consulto acerca del manejo que ejerce sobre el genio. Es más, asegura que los problemas de audición de su marido -y, por lo que dice, es que lo interrumpe constantemente- se deben a una característica muy mexicana: su afición por los clavados. “Es un problema que debió atenderse cuando tenía 30 o 40 años y como, a esa edad, uno casi no tiene problemas, no iba. Y se fue quedando cada vez más sordo. Algunos oyen que le hablo muy fuerte. Pero si no lo hago, no escucha. No me importa lo que digan porque si realmente hubiese maltrato, no hubiésemos estado 31 años juntos”, responde.

La infancia de la actriz de 60 años fue atípica. Fue la mayor de tres hermanos, pero vivió muy poco con sus padres. Ellos se fueron a Estados Unidos y la dejaron al cuidado de sus abuelos paternos. “Fue la época más feliz de mi vida”, recuerda. Al poco tiempo, sus padres se separaron y se reencontró con sus hermanos que, en un comienzo, casi no se comunicaban. “Es que ellos hablaban sólo inglés. Pero ahora somos muy unidos. De hecho, mi hermana para el día de las madres me llama porque dice que yo soy su hermana mamá”, afirma. Estudió teatro y cuando trabajaba en el programa “La media naranja” llamó la atención de “Chespirito”, quien la convocó para su espacio humorístico. Eran mediados de los ’70, y el genio tenía problemas con su primera mujer y madre de sus seis hijos. Poco a poco se fueron acercando. Primero, el genio le pedía la opinión sobre sus parlamentos. Luego, la cortejó derechamente. Un año antes de formalizar su relación, Gómez Bolaños le regalaba religiosamente una rosa diaria. Cuando no se la pasaba personalmente, se la dejaba en la puerta de su casa o en el parabrisas del auto. “Cuando empecé a trabajar con él, era joven, bonita y tenía lindo cuerpo. El, como todos, me tiró el anzuelo. Pero como cualquier hombre. La diferencia fue que Roberto nunca se rindió. Con las rosas me conquistó. Eso de dejarme una flor en el auto o en mi casa era como decir ‘yo estuve aquí’. Era muy romántico”, indica.

Unos años antes de emparejarse con Florinda Meza, “Chespirito” -a petición de su primera mujer- se sometió a una vasectomía. La actriz sabía que el genio estaba imposibilitado de tener hijos, pero lo aceptó. Como una mujer enamorada. “Sabía a lo que iba cuando me uní a Roberto. Realmente, mi vida estaba llena entre mi profesión y él. Pero me hubiese gustado tener hijos. Siempre he estado rodeada de niños: en las fundaciones con que colaboro o con los hijos de mi hermana, que son como mis hijos. Pero claro, es un tema pendiente en mi vida. Me hubiese gustado adoptar hasta donde el dinero y el cuerpo nos hubieran alcanzado. Pero Roberto nunca quiso. Cada vez que le decía que adoptáramos un niño, él me decía ‘pero que tenga más de 25 años para que coopere con los gastos’. No podía forzarlo”, sostiene.

-En la autobiografía de su marido, “Sin querer queriendo”, él cuenta que para sus seis hijos fue difícil aceptar su nueva relación. ¿Cómo vivió ese proceso?

-Era algo natural. Yo lo sabía. Además, eran seis hijos de su primer matrimonio. No tenían mucha confianza. Pero poco a poco se fueron acercando y rompiendo las barreras. Se dieron cuenta que yo lo quería, lo veían feliz y sigue feliz. Siempre me agradecen que lo cuide tanto.

-¿Y con Graciela, la primera mujer de “Chespirito”?

-Tenemos una muy buena relación. Los problemas que ella tenía con su marido no fueron motivados por mí. Cuando llegué a su vida, ellos tenían severos problemas, yo los conocía y no pasaba nada. Ella me conocía y sabía la clase de persona que era yo.

La gran polémica

Como sucede en todos los grupos únicos, la historia de “La vecindad” pasó de armonía total a descalficaciones. Le sucedió a Los Prisioneros, a The Clash y también a Hitchcock con su mítico colaborador de bandas sonoras, Bernard Herrmann. En el caso de los mexicanos, la disputa fue entre Gómez Bolaños y Carlos Villagrán. Aunque Florinda asegura que no hay conflictos. “Nunca ha existido una disputa entre ellos. Carlos fue un compañero que se retiró en 1978 porque le ofrecían otro programa pagándole más dinero. Y Roberto lo dejó partir. Tal como hizo con Rubén Aguirre -el profesor Jirafales- y María Antonieta de las Nieves -la Chilindrina-. Carlos fue el único que jamás volvió. Pero nunca hubo una disputa. Hacer “El chavo del ocho” para todos era como ir de día de campo. Una experiencia fascinante”, afirma.

-Leí artículos que dicen que Ramón Valdés, el más querido por todos los del elenco, decía que estaba disconforme con usted porque trataba de dirigir la serie…

-Eso es periodismo basura. ¿Cuántas veces han matado a Roberto? Vivimos en la era del morbo. Jamás tuvimos una disputa con Ramón. Era una persona simpatiquísima. Siempre me hacía bromas. Decía que traía vodka en el coche o hacía imitaciones. Era un tipo muy bromista, que se tomaba la vida con mucho relajo.

-“Chespirito” decía que “Don Ramón” era mejor que “Cantinflas”. ¿Es cierto que, a veces, lo tenían que ir a buscar para las grabaciones?

-No. Ramón realmente era el único que tenía fuertes vicios. Alcohol y algunas otras cosas. Pero nunca llegó a trabajar en mal estado. Nunca falló en el programa. Roberto era un líder extraordinario. Imponía un respeto paternal, afectivo que hacía que todos se disciplinaran por sí mismos. Por eso me molesta que exista ese periodismo basura que ensucia todo. Si eso fuera cierto, no habríamos convivido tanto tiempo juntos, haciendo giras y estando más tiempo entre nosotros que con nuestras propias familias.

-¿Qué significa para usted estar casada con una persona tan admirada en Latinoamérica?

-Somos como cualquier matrimonio. Tenemos momentos buenos y momentos malos. Roberto es un renacentista. Un genio. Un hombre que abarca todas las expresiones artísticas: la pintura, la música, la literatura, etc. Tiene su temperamento cambiante como todos.

-¿No es un genio atormentado?

-Para nada. Amando es genial. Como padre también. Una cosa es rara en él: nunca se acuerda de los cumpleaños de nadie. Ni de mí, ni de sus hijos ni de sus nietos. Puede llegar a la casa de cualquiera con un regalo y decirle ‘feliz cumpleaños’ y no es el cumpleaños. Estar con él me hace sentir privilegiada. A veces lo miro dormir y me quedó pegada. Siento el placer de atenderlo, darle desayuno en la cama y pasarle su ropa. ¿Cuánta gente quisiera hacer eso? Más de 300 millones de personas. Eso me hace feliz.

¿Cómo se imagina la vida sin Roberto?

-No me la imagino ni me la quiero imaginar. Cada vez que se me atraviesa ese pensamiento, siento un pánico que trato de quitar de la mente. La muerte no me cae bien. Cuando perdí a mis abuelos fue muy doloroso. Siempre siento remordimientos de no haber disfrutado más a mis padres. Nunca los busqué. Sé que cuando nacemos, lo hacemos de la mano de la muerte. Hay un momento que siempre recuerdo: cuando murió mi abuelo. Cuando mi abuela se enteró lloró y nunca la había visto llorar. Recuerdo que gritaba ‘preferiría que se hubieran muerto todos mis hijos antes que mi marido’. Eso nunca lo olvidé. Ese amor que tenía por su marido. Por eso prefiero evitar pensar en mi vida sin Roberto. Con los años, la he entendido perfectamente.