Hervi

Hervi: “El mejor humor gráfico florece donde hay conflictos”


Fue una revelación. Cuando estudiaba en un colegio público de Quinta Normal, Hernán Vidal –el verdadero nombre del dibujante Hervi- fue descubierto por un profesor. Su capacidad para el dibujo era sobresaliente y, desde ahí, todo pasó muy rápido. A los 12 años –“y usando pantalones cortos”, dice- se presentó ante Pepo, el creador de Condorito, para que le diera trabajo. El veterano historietista quedó tan impactado con su talento que no solo le dio una oportunidad, sino que desde aquel día lo llamó “geniecito”. “Desde muy chico comencé a dibujar. Pepo, que era una gran figura, me dio trabajo cuando era un niño. Confío en mí y le agradecí toda la vida. Fue una maravilla de persona que creyó en un mocoso que solo tenía las ganas de aprender”, recuerda.

Desde el 11 de enero pasado hasta el próximo 31 de marzo, Hervi tiene su propia exposición virtual. Se trata de “Se mira pero no se toca” –puede verse aquí– que selecciona sus trabajos más desconocidos. 

Simpatizante de la izquierda, a los 15 años trabajó en el periódico del Arzobispado. Ese fue su primer link con la contingencia. Le pidieron hacer dibujos sobre política internacional. Algo que desconocía. “Me dijeron que hiciera un dibujo sobre Perón y no tenía idea quién era. De a poco me fui interiorizando de este oficio que se basa en un 90% de escuchar y leer diariamente sobre lo que pasa en el mundo”, cuenta.

Para Hervi, “el mejor humor gráfico florece donde hay conflictos”. Y cita ejemplos. Asegura que las mejores revistas de ese tipo en España se hicieron antes y después de la Guerra Civil y que en Brasil pasó lo mismo. Los medios más trascendentes se hicieron durante la dictadura militar entre 1964 y 1985. “Era un humor muy filoso porque había muy buen material”, sostiene.

Además de dibujante, Hervi estudió arquitectura. Esa carrera le sirvió para poder vivir cómodamente durante los primeros años de la dictadura de Pinochet. Tuvo tres empresas y colaboraba con las ilustraciones de la revista “Hoy” desde 1977. Hasta que llegó la recesión en 1982 y vino la debacle. Sus negocios quebraron, varios de sus amigos quedaron con deudas y debieron huir de Chile y llamó a un diseñador de El Mercurio –que había sido su subalterno y que en esos días era jefe- para pedirle trabajo. Lo consiguió justo en el mismo periodo que Joaquín Lavín era editor de economía y Jovino Novoa, editor de servicios informativos. “Seguí con mi página semanal en la revista “Hoy” y, a la vez, trabajaba en El Mercurio. Era una época difícil porque el dibujo de “Hoy” pasaba por la censura. A veces, censuraban mis dibujos en el Diego Portales y tenía poco tiempo en hacer algo nuevo porque era pura contingencia. Y también pasaba que me llegaban amenazas. Me llamaban por teléfono o me escribían cartas diciendo que me atacarían. Una vez un funcionario de gobierno que es conocido y que tenía a su hijo en el mismo curso que el mío invitó a los apoderados a su casa. Era jefe de censura. En un momento, estaba con mi señora y se acercó a mí para decirme que cuando quisiera podría cagarme. Era todo muy feroz”, recuerda.

-¿Cómo fue trabajar con Lavín y Novoa?

-Cuando llegué, Novoa era director subrogante y Lavín, con quien trabajaba seguido, estaba a cargo de Economía. Era un buen tipo, algo ingenuo. Sabía que hacía las viñetas de “Hoy” y siempre trataba de convencerme que no fuera malo con el gobierno. Jovino Novoa era otra cosa. Le decía a Lavín, “¿por qué tienes trabajando a este comunista en el diario?”. Andaba siempre con sus secuaces. No le tenía ninguna confianza.

-Conoció a Guido Vallejos, el creador de “Barrabases”, que en sus últimos años de vida estuvo involucrado en un caso de pedofilia. ¿Qué le pareció su caso?

-Fue un montaje hecho por la policía. Quizás iba a divertirse a casas de niñas, pero casualmente unos meses antes se había destapado en Valparaíso un escandaloso caso de unos policías que iban a prostíbulos con menores de edad. Me pareció una canallada. Guido Vallejos no era pedófilo, era un caballlero respetable. Cometió el error de no comprobar la edad de las niñas que lo atendían.

-¿Qué opina de la generación de dibujantes como Pedro Peirano, Rodrigo Salinas, Malaimagen y Olea?

-Los encuentro extraordinariamente buenos. Buscan su propia personalidad, son fantásticos. Malaimagen ha desarrollado un humor bastante novedoso, me muero de la risa con las cosas que hace. Salinas se ha dedicado al cine, a la comedia, Peirano al cine y a 31 Minutos. Olea es un gran dibujante. Es loable porque todos, además, tienen éxito.

-¿Cuál fue su tira cómica preferida?

-Desde muy chico me fanaticé con el Pato Donald. Fue un despertar. Recuerdo que muy chico, salía del colegio e iba al Chileno-Norteamericano a pedir libros que tuvieran trabajos de Walt Disney. Mi dibujante favorito era Carl Barks, el creador del Pato Donald. Era genial. Tiempo después, hubo un chileno, Víctor Arriagada, que en España hizo películas de monos animados. Le ofrecieron pega de Disney y se fue. Creo que hizo el mejor pato Donald. 

-Durante el periodo de Allende, justo cuando las editoriales como Quimantú o Zigzag publicaban más revistas, usted hizo una junto a amigos dibujantes llamada “La Chiva”. ¿Cómo fue ser independiente?

-Fue un bonito trabajo, pero no ganamos ni un peso en los tres años que la hicimos. Lo que pasa es que los que más nos leían eran los estudiantes universitarios y ellos nunca tienen plata. La compraba uno y la leían veinte. Pero teníamos un humor distinto y eso nos gustó.

-Usted hace las viñetas diarias de actualidad en el diario La Tercera. ¿Siente la falta de no estar en una redacción como trabajaba antes?

-Hace 30 años que no trabajo físicamente en un diario. Y claro que se echa de menos. En mi época, sin internet ni redes sociales tenías más contacto humano con los periodistas. Siempre me interesó lo que pensaban de la vida, cómo viven sus familias. Son cosas que se perdieron, pero es la evolución de la vida.

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